La brisa acaricia mi piel, floto sobre las olas que se desvanecen en la orilla. Hay tanta quietud, pero a la vez, mi mente se encuentra en otro lugar, muy lejos de aquí. Busco una luz que me eleve en una falsa esperanza, busco aquellos recuerdos que tanto me llenaban.
Vivo esperando lo que nunca llegará, oportunidades que dejé pasar, ambiciones que nunca logré completar, busco el tiempo que se me escapó de entre mis dedos. Abro mis ojos, me doy cuenta de que lo que tanto añoro no existe, ya no.
Busco incesantemente mi viejo baúl polvoriento. Recuerdo haberlo enterrado en el jardín. Finalmente lo desentierro, como en los viejos tiempos, lo abro con delicadeza, no puedo evitar que la melancolía me invada, que me abrume, y me despoje del sueño. Tantas emociones encontradas en tan sólo un instante.
Un nudo en mi garganta me impide pronunciar palabra alguna, no me deja siquiera pensar, contengo las lágrimas en mis ojos y contemplo a mi muñeca de trapo, deteriorada por el tiempo. La recuerdo muy bien, en sus tiempos dorados, cuando hablaba con ella, cuando le confiaba cada secreto.
Rompo a llorar pues en sus ojos pude ver un último destello de cristal en donde se reflejó toda mi vida y la de ella, pareció haberme dicho: “Me abandonaste, me condenaste, ¿Por qué?”, la abracé con todas mis fuerzas. En mis manos se desvanece la inocencia, ahora sólo sostengo sus cenizas, dejo que vuelen con el viento...
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