Contempla
el horizonte, dime lo que ves
Un
sórdido y fúnebre paisaje de hojas secas cayendo,
Abandonadas,
pasando de largo bajo tus pies,
Rodando
con el viento, queriendo volver…
Tu
recuerdo de mí se desvanece
Desaparece
como si fuera sólo aire
Soy
brisa transformada en aflicción,
Viento
distorsionado que grita por atención
También
soy aquel árbol viejo y torcido
Sin
brillo, sin resplandor, un frío tormento
Tronco
siniestro, tan trágico como hermoso,
Encarnación
del dolor y arrepentimiento
Flor
marchita que conserva sus espinas,
Con
tan sólo una caricia se desmorona
Frágiles
pétalos, consumidos por el tiempo
Su
disfraz y falsa inocencia te traicionan
Frutos
podridos que alguna vez fueron dulces,
Ya
no queda ni la sombra de lo que solían ser
Su
hedor es como el asco y la agonía,
La
ira del pasado que lamenta su nacer
Soy
el cuervo negro que presencia el acto final
Vislumbro
tu partida, tu brusco despertar
Lo
que ves aquí no es más que tu reflejo
Quema
tu pintura, tu retrato abismal
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